Según Manuel, las contrariedades que estaba teniendo en su trabajo eran insoportables.
Una voz en su interior le repetía continuamente que él era una víctima, que no aguantará más, que renunciara a su trabajo.
Pero había otra voz. Esta hablaba menos y más bajo, pero Manuel pudo oírla una vez en la tranquilidad de una madrugada. Esta decía algo como “¡ánimo! ¡No te rindas! ¡Yo te ayudo...!”
Una voz en su interior le repetía continuamente que él era una víctima, que no aguantará más, que renunciara a su trabajo.
Pero había otra voz. Esta hablaba menos y más bajo, pero Manuel pudo oírla una vez en la tranquilidad de una madrugada. Esta decía algo como “¡ánimo! ¡No te rindas! ¡Yo te ayudo...!”
Manuel hizo esto último. Preguntó, aclaró, consultó y puso lo mejor de su parte.
Como resultado, salió fortalecido de su prueba. Hoy es notable su crecimiento en madurez y firmeza.
Puedo asegurarle que es una persona con mucho más calidad que antes. Igual parece opinar la empresa para la que trabaja, ya que le ha conferido, después de aquella crisis, un cargo de más importancia.
Su esperanza, ciertamente, no se vio defraudada.
El caso de Antonia es muy parecido. Sus dificultades estaban dentro del ámbito familiar.
Y otra vez la misma disyuntiva: asumir el papel de víctima y rendirse, o escuchar esa débil voz que la invitaba a enfrentar la dificultad con ánimo y con confianza en su ayuda.
También ella hizo esto último, y también en ella se efectuó el mismo proceso: una dificultad vencida significó crecimiento en firmeza, calidad y esperanza.
Estos dos casos son un ejemplo evidente de cómo la Palabra de Dios es eficaz en la actualidad, y se cumple en nuestras vidas con la misma fuerza que hace dos mil años.
Fíjese en la segunda lectura de la misa de este domingo. En ella aparece descrito este proceso. Dice así:
“Estamos orgullosos también de la dificultades sabiendo que la dificultad produce firmeza, la firmeza calidad, la calidad esperanza; y esa esperanza no defrauda, porque el amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Rom. 5, 3-5.
Si usted en este momento está teniendo alguna dificultad, quizás esté, al igual que Manuel y que Antonia, escuchando la voz del temor, diciéndole que usted es una víctima... Y, seguramente en momentos de tranquilidad y de silencio, la voz del amor infundiéndole ánimo y fortaleza. Ánimo, amigo. “Quien busca encuentra, quien pide recibe y a quien llama le abren”.
Así que busque, pida y llame. ¡No se rinda!
Una vez que pase todo, verá usted cómo ha crecido en firmeza, en calidad y en esperanza.
Entretanto sepa que, aunque quizás no lo sienta, el amor que Dios le tiene está inundando su corazón en este mismo momento.¡Ánimo!
Articulo tomado del Listin Diario
Santo Domingo,Rep Dom